domingo, 6 de diciembre de 2020

Quousque tandem abutere, Catilina, patientia nostra?

   
El rey Juan Carlos tuvo su periodo de inseguridad. España no era monárquica y mucho menos borbónica. La España de la idea era republicana y la de cerrado y sacristía era de sables y medallas.
Fue en este periodo de inseguridad donde el golpe de estado del 81 se fraguó con un extraño acuerdo en el que incluso Santiago Carrillo puso su rúbrica.
Este golpe fracasó como tal, Tejero se les puso en plan actor de Berlanga en su ignorancia de bigotazo y tricornio y les estropeó la gran representación. Pero el golpe ganó en sus objetivos: afianzar la monarquía y el nuevo régimen post dictadura. Una democracia suave y vigilada.
Su hijo hoy está mucho más inseguro que el padre. Las sospechas sobre corrupción, sobre financiación de Vox, sobre el conocimiento de los asuntos del padre, sobre su reaccionarismo político extremo pesan sobre él como una losa. Su actuación en el problema catalán tomando partido con vehemencia fue una metedura de pata hasta la ingle, solo gustó al PP y a VOX, lo que dejaba claro que era el rey de la derecha. El padre fue más listo, fue el rey de los socialistas con buenas relaciones libertinas con los sevillanos.
A esto se une una esposa que venía del pueblo, con cultura y desparpajo y pudo convertirse en esa humanización de la corona necesaria para acercar su imagen de tafetén con olor a alcanfor al pueblo, pero el poder la cegó. Se convirtió en un maniquí antipático preocupado más por aumentar la distancia y reducir su complejo de plebeya que por defender su dignidad de pueblo en la Corte. La reina es antipática, una condesa del horror, que suma a las antipatías republicanas las de los sectores monárquicos que no toleran una advenediza con delirios de grandeza.
El impopular Preparao recibe una carta de militares nerviosos por usar los trabucos ante las tapias de los cementerios y el Preparao, tan fulminante contra los pacíficos votantes catalanes, se guarda la carta en el bolsillo y se lo piensa tanto que se puede pensar que esté metido en asuntos turbios para salvar su futuro como rey, más inseguro que nunca, aunque se lleve por delante todos los intentos de tantos españoles por no nacer ya con el corazón helado.
Hasta cuando resistirá, no lo sabemos, pero tiene espacio, el apasionado pueblo ibérico es también un pueblo paciente y conformista.

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