sábado, 20 de junio de 2020

La Infanta Sofía hace su Primera Comunión




     En el año 313, nos cuentan los libros de Historia, comenzó el idilio del Estado con la Iglesia.
Tuvieron sus más y sus menos a lo largo de los siglos pero la Iglesia ha sido siempre una amante condescendiente y ha sabido  estar en su sitio, para no ser abandonada. 
Ha sabido siempre de donde fluye el maná.
  De una posición marginal logró encaramarse en el centro del poder económico, político y cultural durante la Edad Media y cuando la monarquía se fortaleció en los tiempos modernos le colocó amorosamente la corona en ceremonias con mucho oropel y mucha música mística.
  Supo capear una revolución que pretendió quitarle sus privilegios y acabó coronando al mismo demonio en Notre Dame, dejando claro que ella era una amante poco escrupulosa.

Lo suyo es el palio, del cetro y el trono, el resto son cuestiones menores.
  En Noruega, un país donde la monarquía ha sido un poco más espartana que en otros países europeos y ha sabido mantenerse debido a su cercanía (se podía encontrar al príncipe en un pub o en un restaurante o a la familia complena en un paseo por las montañas como cualquier hijo de su madre y los hijos de los reyes acudieron a escuelas públicas) y donde el rey da discursos sobre la inclusión religiosa, sexual y racial, donde las mujeres pueden ser sacerdotes, los sacerdotes pueden ser homosexuales, divorciarse y casarse;  la religión luterana ha sido la religión oficial del estado hasta el año 2016.  Después el artículo cambió a " Nuestros valores continúan siendo nuestra herencia cristiana y humanista. La Constitución debe asegurar la democracia, el Estado de Derecho y los derechos humanos"; sin embargo el  artículo 4  y 5 permanecieron debido al veto del rey ante el Parlamento. Harald no quiso despegarse de los ritos religiosos.  " El Rey profesará siempre la religión Evangélico-Luterana, a la que sostendrá y defenderá"  "La persona del Rey es sagrada y no puede ser censurado ni acusado" 
  Qué pasa con ese amor que ni en los países más democráticos se ha podido romper...

 En España después de 50 años de democracia la iglesia sigue viviendo en un paraíso fiscal, recibiendo sueldos del estado y en continua lucha por controlar el ámbito educativo.  
 El artículo 16 establece el estado confesional ".Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones" pero no se dice nada de la religión que ha de profesar la monarquía. 
 Y sin embargo la monarquía lo tiene muy claro, ya sea en Gran Bretaña, en Holanda, Bélgica, Suecia,  Dinamarca, España o Noruega: Bodas, bautizos, eucaristías, sepelios, comuniones, confirmaciones, visitas a santurarios y besos a santos  forman parte de una escenografía que les asegura su halo mágico. 
  Que la reina de España no tiene más creencia que sus modistos y su cirujano estético  es algo público y notorio, que tiene alergia al incienso también; pero no duda en besar a Santiago Matamoros, en humillarse ante los anillos divinos y en llevar a su hija, discretamente vestida, para que no crean que son ostentosos,  a tomar por primera vez el cuerpo de Cristo.

La idea del origen divino de la monarquía procedente del agustinismo no desapareció durante el Humanismo ni siquiera con la revoluciones burguesas:  los reyes siguieron siendo cristianos y siguieron su Mandato del Cielo porque dentro de la conciencia colectiva, este vínculo los eleva sobre el vulgo, les hace celestiales y les dota del misterio que necesitaron los reyes desde los faraones egipcios para mantenerse en el poder. 

Este cuidado en las formas  justifica su existencia anacrónica.

Un obispo y un buen modisto y ya pertenecen al orden celestial Elisabeth, Máxima, Sonja, Leticia, Margrethe, Silvia, Matilde... porque si le quitamos la iglesia, son solo  primeras damas (no es momento de hablar de esta función ignominiosa)  y sus esposos tienen que pasar por las urnas. Bueno en el caso de la señora inglesa y danesa,  ellas misma y ya están un poco mayores para resistir una campaña electoral. 

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