lunes, 22 de junio de 2020

De la nave de los locos a la patera.

Cuando estudiaba Historia del Arte vi este cuadro por primera vez; y, como toda la obra del del Bosco, me impresionó y me hizo detenerme a ver todos los jugosos detalles.
   El cuadro es morboso pero el título es pura poesía "La nave de los locos" Un barco cargado de locos que navega sin timón ni rumbo. Gente que representa los pecados o la inocencia, gente excluída.
La nave que va fuera de las normas sociales es un mito
precioso al que entonces no le presté mucha atención. 

Muchos años después cayó en mis manos " La Historia de la locura" de Foucault, en cuyo primero tomo analiza el lugar de la locura en el período tardomedieval y la función social del loco, el portador de una verdad que nadie se atreve a proclamar, porque al estar situado en los límites del mundo puede ver lo que los que están dentro no ven. 
 Los locos medievales no eran encerrados en instituciones sino que circulaban como vagabundos o peregrinos. Foucault habla en su obra de la posibilidad de que el mito de la nave de los locos   tuviese una base real
Documentos de la Antigüedad y el Medioevo mencionan barcos cuya carga era un montón de insensatos. Estas naves no podían atracar en ningún puerto, estaban concenadas a la errancia.
La imagen del loco itinerante de Foucault fue tomada de la obra "La nave de los necios" de Brant, publicada en Basilea en 1494. Ciento once locos se dirigen a Narragonia, la tierra de los tontos, un lugar imaginario.
 Brant no creó el mito de la nave de los locos sino que el mito  hunde sus raíces em una tradición literaria e iconográfica conocida: Un barco cargado de locos, pecadores o necios  Dese el viaje de Jasón y los argonautas hacia Cólquida en busca del Vellocino de oro hasta la figura del necio bíblico que pasa del pecador monstruoso en el Antigüo testamento al necio inocente y bueno en el Nuevo.
Sea como sea, un aventurero griego, un necio monstruoso o un orate ingénuo, el loco va siempre excluído.
   En su obra Brant solo recuerda que quien no se amolde al orden fijo debe ser separado de él. Hay noticias en la Edad Media de embarques colectivos e individuales. 
 Otras naves de locos surcaron la Edad Moderna hacia América, visionarios, soñadores, desesperados, avariciosos y ambiciosos se subieron en embarcaciones que atravesaban el océano para llegar a lo desconocido. Presidiarios y criminales, los excluídos de la buena sociedad inglesa fueron enviados a América en sus barcos chiflados.
  Trenes de desesperados recorrieron Europa durante las dos Guerras Mundiales, barcos de vencidos volvieron a hacer el camino de las Américas desde una España convertida toda en un barco del horror. 

 Hoy, naves de locos desembarcan a todas horas y se lanzan a la itinerancia, se convierten en los otros, gentes aisladas en el lado de afuera de la sociedad, que no pueden participar pero están presentes, vistos por muchos como locos, como necios, como peligrosos, como agresivos y siempre como extraños.
    La misma etimología de la palabras nos lleva a la palabra extranjero, llegada al castellano del francés antiguo estrangier, de estrange o extraño, y este del latín extraneus, de extra, fuera.
El extranjero se convierte en nuestras sociedades en el intruso, el errante, el fracasado en el reparto de los bienes en el Capitalismo,
Los emigrantes son pobres, no tienen ni nombre, ni identidad, y si la tienen no importa en el sitio donde llegan. Y como si la realidad quisiese aproximarse a esa nave de locos, llegan en pequeñas embarcaiones, hacinados, con rumbo a Narragonia o Cólquida, un lugar imaginario, inexistente, pero un destino al fin y al cabo. Salen de la nada, del humo de las guerras, corren porque ven sus vecinos correr, escapan porque sale humo de sus casas, se amontonan en el barco porque detrás llegan los trozos de metralla; expulsados de sus ciudades y de su historia, se enfrentan a la noche oscura del océano porque por muy oscura que sea la noche contiene una estrella de esperanza, se aglomeran en trenes, caminan por desiertos, se esconden en el cajón de un camión de mercancías
Los migrantes y su variante, los refugiados, son las nuevas comunidades proscritas.
  Salvini, Trump. Abascal, Casado y Arrimadas, Johnson, Kouto, Vistisen, Kaczynski, Lepen.... cuentan con millones de votantes en Europa y USA, millones que quieren hundir las naves de los locos, porque ya no basta con su marginalidad, es su misma presencia la que no soportan. 
  Estos partidos que antes eran partidos laterales, fascistas,  ahora se vienen a llamar populistas, y en este término engloban toda una tradición de xenofobia, racismo, homofobia y un aberrante amor por la patria, cuyos habitantes pretende destruir en función de su militancia con sus principios.
Los primeros que deben caer bajo el yugo del nosotros son siempre los otros. Y los de la nave de los locos son los primeros otros en la pirámide. 



   Y sin embargo como nos hace ver de un modo magistral el cine de Roy Andersson solamente los locos tienen las riendas del futuro, solamente dejando desembarcar a los locos de sus naves se provocará la crisis necesaria para cambiarlo todo. No estamos en la Edad Media, la barca de los locos no es ahora un mito poético, cientos de naves, trenes y pasos se aproximan y pretender pararlo con racismo y xenofobia es estar más loco que ellos.

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