lunes, 27 de julio de 2020

Juan Carlos I: Marta, Bárbara y Sol. Octava parte.




 Después del oscuro asunto de Sandra Mozarowsky siguen desfilando misses y actrices por los nidos de amor costeados con los fondos reservados de Defensa o de cualquier otro ministerio que se preste. Con los presupuestos del Estado se pagan pisos para amantes y hoteles de lujo para sus noches de amor.
Estamos ahora en Mallorca en 1992.
Después de 30 años de matrimonio y una lista de amantes a la que nadie se aventura a poner cifras, el rey pierde la cabeza una mujer morena, una rara avis en su colección de rubias. Se llama Marta Gayá, es una decoradora de prestigio, divorciada de un importante empresario productor de galletas del que tiene un hijo.
Marta es siete años menor que el rey y reside en la isla de Mallorca todo el año, en un lujoso chalet en La Mola, península para ricos y famosos.
Se han conocido en 1990 y pasan juntos muchos fines de semana y otros periodos no vacacionales en los que el monarca comienza a descuidar las obligaciones familiares e incluso las oficiales.
Sus encuentros son protegidos al principio con gran cautela, pero el rey está tan engolfado que es descuidado y el secreto es breve. Sofía se entera muy pronto. El viernes 29 de junio de 1990 el rey ofrece una cena en el Beach Club de Mallorca en honor de Karim Aga Khan y de Alberto de Mónaco, con ocasión de las regatas de la Copa del Rey. Asisten al convite casi doscientos comensales. Están todos sentados cuando entran el rey y la reina. Todos se levantan y sigue la cena, con una mesa vacía. Casi a los postres, se presentan rompiendo el protocolo, José Luis de Vilallonga, Marta Gayá y el príncipe Tchokotua con su mujer, Marieta Salas. En lugar de enfadarse, para humillación de la reina, el rey se levanta de su asiento y va a saludarlos efusivamente. Los presentes comentan que es una especie de prueba de amor de Juan Carlos, quizá para hacer más o menos pública su relación con Marta Gayá. Porque, de otro modo, la falta de delicadeza que ha mostrado con la reina no puede explicarse.
Por cierto que esta es la etapa en la que el rey decide que Vilallonga, gran amigo de Marta, sea su biógrafo autorizado, aunque el escritor Baltasar Porcel ya lleva decenas de horas de conversación grabadas con el mismo propósito. El monarca interrumpe las conversaciones en La Zarzuela con Porcel inesperadamente y le pide las cintas sin muchas explicaciones.

Pero la aventura con Marta Gayá, como todas, empieza con mucha pasión y acaba convirtiéndose en un problema. Primero porque esta comienza a durar demasiado y segundo porque las escapadas del rey empezaron a tener consecuencias políticas.

El 18 de junio de 1992 un periodista de El País le a Felipe González si ha consultado con el rey el nombre del ministro que sustituirá en Exteriores a Francisco Fernández Ordóñez, y el presidente le contesta: "No he podido hacerlo, porque el rey no está".
Pero no hay ningún viaje en agenda. El País publica entonces que el monarca está en Suiza para someterse a un chequeo médico rutinario, pero Fernández Campo desmiente la noticia al día siguiente en la radio, y dijo literalmente sobre el viaje: "Bueno, lo que yo creo y lo que se me ha dicho es que está descansando, un pequeño descanso, descanso de montaña que le viene muy bien".

Sabino llama al rey para decirle que vuelva a España cuanto antes, y Juan Carlos regresa el día 20 de junio por la mañana. Despacha con Felipe González antes del mediodía y come en privado con el presidente de Sudáfrica, Frederik de Klerk, que está en Madrid de visita oficial. Pero decide no acudir a la celebración en familia del que será el último cumpleaños de Don Juan, que cumple 79 años. Por la tarde ya está de nuevo en Suiza, en una localidad cercana a Saint-Moritz. La reina va sola a la cena en la residencia del conde de Barcelona en Puerta de Hierro, y al día siguiente preside en sustitución del monarca la apertura de la Cumbre Iberoamericana.
En total, el rey está en Suiza del 15 al 23 de junio, víspera de su santo, que tampoco cuenta con la tradicional celebración en el Campo del Moro. Ni siquiera va a la tradicional corrida de la Asociación de la Prensa. Y, para colmo, el príncipe Felipe tampoco aparece por ningún lado. Según la explicación oficial está entrenando con el equipo olímpico de vela, aunque otros relacionan su ausencia con el fuerte disgusto que le ha provocado la ruptura con Isabel Sartorius.

Y la polémica no cesa. Por el contrario, El Mundo destaca unos días después que, como consecuencia de la escapada, se ha incurrido en un presunto delito de falsificación de documento público. En efecto, según el BOE el rey ha firmado una ley en Madrid (la sanción real de la ley de creación de la Universidad de La Rioja), un día que está en Suiza.

Cuando ya todo parece haberse calmado, en agosto la revista francesa Point de Vue saca la historia del rey con Marta Gayá. A raíz de lo publicado por el diario español, Point de Vue ha llamado a la clínica en la que el rey ha estado supuestamente descansando en Suiza. Como respuesta cuelgan el teléfono. Husmeando aquí y allá sale a relucir el nombre de Marta Gayá como explicación del misterio; y también hacen referencia al affaire del príncipe con la Sartorius.
El Mundo ya ha eliminado la nota de la primera página en su segunda edición y algunos párrafos de la información del interior, suavizando y matizando sus comentarios. De repente y por sorpresa, el 19 de agosto, Diario 16 difunde en portada que el culpable de las filtraciones ha sido Mario Conde. El rey llama personalmente a Conde, y Conde dijo que no tiene nada que ver. LLama también a su amigo Giovanni Agnelli, presidente de Fiat y máximo accionista del grupo Rizzoli, propietario de la revista Oggi y del 45 por 100 del accionariado de El Mundo. Agnelli llama al presidente de Rizzoli y éste a Unidad Editorial, matriz empresarial del diario El Mundo, pidiendo la cabeza de Pedro J.

El director del diario madrileño salva el pellejo de milagro, en un almuerzo de conciliación entre Conde y el rey. Para ser perdonado por la Casa Real, Pedro J. Ramírez, a instancias de Mario Conde, se ve obligado a asegurar que ha sido en realidad Sabino Fernández Campo el que ha filtrado la información, lo que luego servirá a Conde para insistir en su recomendación al rey de que lo cesara de su cargo.

Conde evita también que los socios italianos vendan su paquete de acciones y abandonen El Mundo. Y todo queda solucionado, aunque nada claro, porque todavía después, el 24 de septiembre, la revista italiana Oggi vuelve a publicar un completo reportaje contando otra vez toda la historia de Marta Gayá: "El rey de las olimpiadas es sorprendido en fuera de juego". Cita a Point de Vue y adereza el texto con numerosos comentarios críticos, sobre un monarca que está siendo poco reflexivo, menos diligente en sus obligaciones, tan enamorado que parece un niño, etc. Está claro que la prensa extranjera no se rige por las mismas normas.

Aquí, los artículos sobre el rey de El Mundo no aparecen en el suplemento-resumen sobre los temas principales publicados por el periódico en sus cinco primeros años de vida y, desde luego, no se repite la aventura de publicar insensateces sobre el monarca durante mucho tiempo. Tribuna, por su parte, sustituye al director, Julián Lago, por Fernando García Romanillos, que entiende que los temas de la Casa Real les hace perder publicidad. Y Sabino Fernández Campo sale por la puerta falsa de La Zarzuela muy poco después.

La relación del rey con Marta Gayá continua todavía varios años. En los círculos próximos se les considera una pareja prácticamente estable, una especie de segundo matrimonio, desde 1990. Se la lleva a cenar con los íntimos y hasta pasa vacaciones juntos invitados por conocidos personajes de la banca y la empresa española. Eso sí, con infidelidades por parte de Juan Carlos, que se va con unas y con otras a la menor oportunidad. Hasta que aparece Corinna y le exige exclusividad, algo que tampoco consigue, pero que le lleva a romper al menos formalmente con Marta. En la actualidad siguen manteniendo contacto, y el antiguo rey se ocupa de que esté bien atendida, y hasta de que algún matrimonio amigo la acompañe a cenar cuando viene a Madrid, donde tiene casa.
La prueba de que la historia de amor no ha sido totalmente liquidada, solo interrumpida cuando el rey conoció a Corinna, es que Juan Carlos I dio 2 millones a Marta desde un banco suizo, el mismo que pagó a la austriaca. La mallorquina ha recibido esta cantidad en dos entregas entre los años 2011 y 2012.

Bárbara Rey, reaparece como Olghina de un pasado esta vez no tan lejano. Protagoniza en 1997 un episodio escabroso en la trama de los orgasmos reales. La historia se ha publicado ya en libros y revistas. Aquí resumimos un poco. Se habla de Barbara rey y un alta personalidad del Estado. Este rodeo par no mencionar al rey habla de la libertad de prensa en España y la hipocresía de un poder que establece normas ridículas de censura encubierta que no engañan a nadie.

La historia de Bárbara Rey con el monarca comienza en los primeros tiempos de la transición Se hacen " amigos" por mediación de Adolfo Suárez, cuando la presentadora hacía campaña con UCD. La relación continúa de forma intermitente a lo largo de los años, hasta que un buen día, en el mes de junio del 94, el rey, con frases amables, le hace saber que la historia ha terminado. Pero Bárbara no va a pasar página tan fácilmente. Para ello cuenta con todo un arsenal de grabaciones, filmaciones y fotografías, obtenidas en distintos encuentros.

Parece ser que el rey no se cortó ni un pelo para criticar o ridiculizar a su señora reina, ni para contar asuntos que debieran ser secretos de Estado incluído el montaje del 23F. La actriz tiene la grabación de una llamada telefónica el día 22 de febrero de 1981 en la que el rey le recomienda que no salga el día siguiente, que puede haber jaleo.
En 1993, asesorada por un proveedor de materiales de espionaje, en su chalé de Boadilla del Monte (Madrid) monta un equipo de vigilancia, con cámaras, entre otros puntos estratégicos, en las cortinas del dormitorio. El material obtenido lo reparte en diferentes sitios de España y el extranjero y las custodia bien. Como excusa una amiga le dice que no tenga mala conciencia, que todas las que han pasado por la calle Sextante, el picadero real, han sido grabadas.

No se sabe bien por qué la relación de la vedette y el monarca acaba tan mal. Igual tiene algo tuviera que ver un turbio negocio, en el que Manuel Prado entrega unos pagarés a Bárbara para compensarla de las incomodidades por el final de la relación. A Bárbara le parece poco, se siente humillada y comienza el chantaje.
Habla del material que posee, que no es solo pornográfico. Solicita unos 70 millones de euros de los de ahora. Debido a lo delicado del material de que se trata, sobre todo en lo político, Zarzuela, que ya ha puesto al corriente al CESID, le encarga el asunto a Manuel Prado y Colón de Carvajal. Ante la negativa de Prado a negociar con los chantajistas, la vedette intenta ponerse en contacto directamente con el rey, pero no lo consigue.
Todo parece entrar en vías de solución gracias a un programa en TVE que arregla el entonces director del Ente, Jordi García Candau, y que devuelve fugazmente a Bárbara Rey al estrellato de la pequeña pantalla. Aparte, se le entregaba un sobre cerrado con el estipendio mensual (unas fuentes dicen que de unos seis mil euros, otras que mucho más) La preocupación principal de Prado seguía siendo recuperar el material comprometedor.
Esta calma termina cuando no le renuevan el contrato en televisión. El programa desaparece de parrilla por falta de audiencia y Bárbara, muy cabreada, comienza de nuevo a presionar exigiendo un aumento de la asignación (hasta los doce mil euros al mes). Algunos, sin embargo, aseguran que lo que de verdad quiere es volver a estar en la tele, no se dan cuenta de lo fácil que hubiese sido tenerla contenta cuidando un poco su ego, pero la actriz ya no está tan espléndida y no lo consigue . Comienza la fase dura del chantaje.
La actriz presenta dos denuncias en comisaría por robo de cintas de cassette y video y diapositivas con contenido que comprometen a una alta personalidad.
Bárbara tenía una buena amiga, la condesa Ruiz del Castillo quien alcanzó cierta fama cuando en 1992 su marido, Juan Goyeneche, recibió un paquete bomba que le causó graves heridas, al parecer remitido por un cobrador del frac sin identificar, no se sabe si dirigido a él o a su mujer, cliente más que habitual del casino de Madrid con escaso éxito.
De acuerdo con la denuncia presentada en comisaría, Cristina Ordovás, su amiga condesa, ha reactivado su vieja amistad con Bárbara para arrebatarle las llaves de su casa y entretenerla pocos días después en el Casino de Torrelodones hasta muy altas horas de la madrugada, mientras otras personas roban algunos documentos en su domicilio. Pero, al parecer, los ladrones no obtienen lo que buscan.
En la segunda denuncia asegura que su hijo se ha encontrado con extraños en su domicilio y que le han sustraído material fotográfico.
Una nueva denuncia habla de amenazas de muerte contra ella y sus hijos, por parte de Manuel Prado y Colón de Carvajal. La prensa sólo se atreve a contarlo con medias, la Casa Real interviene directamente cuando la propia Bárbara pretende ir a explicarlo todo en directo al programa Tómbola Su presencia es vetada en el último momento

Las negociaciones continuan, intentando llegar a un nuevo acuerdo económico, esta vez de la mano de Fernando Almansa, jefe de la Casa Real en el momento. En lugar de la asignación mensual que la vedette ha pactado con Manuel Prado, se ofrece comprar el material por una única suma, una cuantiosa cantidad, más que suficiente para que Bárbara no vuelva a tener problemas económicos en su vida y pueda dejar que su affaire con el rey descanse en el olvido.
Bárbara Rey accede a un trato generoso con historias rocambolescas en medio, pero parece que todas las grabaciones han sido controladas Bárbara vive tan ricamente de los impuestos de los españoles y el rey, que tantas veces ha cometido el delito de malversación de fondos públicos para pagar chantajistas por sus aventuras sexuales, puede seguir todavía veinte años vendiendo la imagen del buen marido, padre y rey.

Será Corinna la que cuente la historia del rey con Sol Bacharach, una ex-profesora de Derecho Mercantil en la Universidad de Valencia durante 15 años, casada por primera vez con el ex secretario de Estado para las CCAA y una segunda con un miembro del Consejo de Estado que fue asesinado por ETA. Corinna da detalles del romance, que dura tres años. Durante estos años el rey la invita a la Zarzuela poniendo como excusa la Asociación Internacional United World College . que ha creado Sol. Esta relación ha sido mucho más discreta, porque hasta que Corinna no ha comenzado a contar lo que sabe o lo que le interesa contar, no se sabía de su existencia.

El romance con Corinna levanta una alfombra en la que el Borbón socarrón y bonachón ha ido metiendo su basura personal la cual ha costado mucho dinero a los españoles.
Este merece capítulo aparte.

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