sábado, 30 de mayo de 2020

Su padre fue un terrorista, señor Iglesias


En estos días hemos visto a los privilegiados gritar libertad para ejercer sus privilegios, los hemos escuchado cantar canciones libertarias, actuar en performances como epígonos del movimiento hippie, muy ibicencos, muy ideales en su rebeldía de cacerola y chacha y los hemos tolerado.
 Tantos años de transición modélica nos han convertido en gente "tolerante".
Hemos escuchado la voz de la aristocracia en el Parlamento llamando terrorismo a la resistencia, tratando de asesinos a los que lucharon por la Libertad, sí Libertad con mayúsculas para distinguirla de ese engendro que acompañaba el tintineo de la bateria New Platinium en el barrio Salamanca; pero lo más peligroso que nos ha sucedido es que hemos asistido  al espectáculo del último desfalco de los poderosos: el de las palabras.
Es lo más peligroso que podían robarnos, las palabras, y lo han hecho sin pudor porque saben que las palabras son las que nos cuentan la historia, las palabras forman los relatos y nada hay fuera del relato, ya nos lo dijo Derrida.
   Estos pijos de la sartén y el cucharón vienen a escenificar en la calle el revisionismo histórico, esa corriente conservadora que  viene a robar los relatos de la historia.
  Es cierto que todo historiador debe ser un revisionista, un iconoclasta dedicado a desacralizar mitos y cuestionar interpretaciones aceptadas a la luz de nuevos datos o nuevos análisis, pues la Historia es una ciencia y como todas las ciencias es enemiga del inmovilismo. Pero el revisionismo es en la actualidad un movimiento de la historiografía y periodismo de derechas que niegan o matizan las pruebas sobre el Holocausto por ejemplo, o en el caso español viene a blanquear el franquismo.

 Me centraré en el  revisionismo histórico español que es el que se nos está haciendo calle y Parlamento estos últimos días. 
  Este revisionismo no ofrece nuevos análisis basados en un trabajo de archivo o de memoria histórica, sino más bien es una vaga reactualización de viejas propagandas. Historiadores del bunker franquista vienen con sus datos, su saber superior, sus investigaciones, su formación y sus bibliotecas inmensas en las que posan para dar credibilidad a sus revisiones, a meter nuevos libros de historia en las escuelas.

Esta ofensiva  no es nueva, comienza en el año 2000 con la victoria electoral del  filo-franquista Partido Popular por mayoría absoluta. Con el control ilimitado de las instituciones se replantearon toda una serie de políticas ideológicas y morales que afectaban especialmente a la historia reciente todavía viva: Un nuevo relato de  Guerra Civil y la victoria de los nacionales con la imposición de un régimen dictatorial durante 40 años,
  El PP, la Faes, la iglesia, la COPE ,Libertad Digital, ABC, El Mundo y varias editoriales se lanzaron a revisar la Historia y alabaron y pagaron al gran historiador del revisionismo Pio Moa, dándole legitimidad como historiador
 Según Pio Moa la Guerra Civil es un inmenso error colectivo, el rebrote de un cainismo español genético. por lo que las responsabilidades son compartidas al cincuenta por cien aunque el señor Moa prefiere dedicar más páginas a las atrocidades republicanas. 

   Vuelvo a la aristocracia que hoy llama terrorismo a la resistencia. Su formación histórica viene de la lectura voraz de Moa  y por tanto de la ignorancia, con interés de clase, de  la existencia de diferentes violencias. La violencia republicana fue una repuesta al alzamiento y fue espontánea, individual o colectiva y en cuanto el gobierno republicano en las zonas que conservó reimpuso el orden, la violencia  cayó en picado; mientras  en la zona de los sublevados no fue una violencia espontánea o incontrolada, sino una violencia institucional, dirigida desde el nuevo Estado franquista y duró los años que duró el franquismo.
Los aristócratas del Parlamento no han estudiado la  diferencia esencial entre la violencia individual o de grupo y la violencia estatal o institucional, ni las razones que empujan ejercerla.
Una de las características del supuesto revisionismo español es  precisamente la inversión de discursos.  Lo que llamo el  robo de las palabras. Los argumentos, incluso los referentes morales o filosóficos utilizados por la izquierda para denunciar las distorsiones franquistas sobre el pasado se invierten en el revisionismo y se movilizan contra la izquierda, incluso generando una teoría de la conspiración sobre la violencia no contada de los rojos, como si esta historia de las atrocidades rojas no hubiese sido la historia de los libros de texto durante 40 años.
Para ser creíbles los revisionistas y especialmente Pio Moa nos embaucan con una supuesta imparcialidad, que no es más que una trampa relativista: no niegan la violencia de los nacionales, la violencia en una guerra implica a todos y  por lo tanto todos tienen derecho a enjuiciar al otro. desde su bando y sus principios.
  También usa  balances comparativos de atrocidades para quitar culpabilidad , y sobre todo usa la descontextualizacion histórica, lo que le quita cualquier cualidad de historiador. En todas las
guerras se cometen barbaridades, dice Moa, como si la guerra no tuviese una dimensión ética.
No señores del PP, de la FAES, de la iglesia, de la COPE, de ABC, del Mundo, de Libertad Digital: La violencia de los FRAP durante el franquismo no es equiparable a la violencia de cualquier grupo terrorista en democracia, una guerra de defensa de la democracia no es lo mismo que una guerra de conquista o una guerra contra la democracia como la que siguió el fallido golpe de julio del 36 contra el Estado republicano. 
TODA VIOLENCIA TIENE UN CONTEXTO. No es equiparable la violencia de Minneapolis con la del Ku-Klux-Klan.
 No permitáis que los "intelectuales " de la contraofensiva de la derecha y su replanteamiento de las tesis del neofranquismo sobre la Guerra Civil os nublen el entendimiento.
Es una trampa, un robo de la palabra, la historia es una ciencia que nos lleva al pasado para decirnos quienes somos y lo que pensamos ser. .
Nos toca a los historiadores y los estudiosos de la historia delatar a los tramposos y sus intentos de distorsionar la historia ya sea en los libros o en el Parlamento

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