lunes, 6 de julio de 2020

Transfeminismo

 Durante toda mi vida un hombre era un hombre con sus cosas bajo los pantalones, cosas muy poderosas que decidían cuando yo me convertía en mujer o cuando era una niña.
  Las cosas de los hombres contenían la semilla de nuestra existencia. Una mujer era una mujer porque no tenía pene. No se era mujer por tener senos o vagina, se era porque no se tenía pene. 
 El pene era el centro de todo y pertenecía exclusivamente a los hombres.
 Los hombres mostraban su genitalidad contínuamente como símbolo de su poder y se separaban de nosotras por un abismo insondable: Nunca tendríamos pene, ni poder, ni músculos, ni el control de nuestra propia historia, ni siquiera tendríamos un relato propio fuera del papel de subyugación. 
  Un hombre era un muro impenetrable. Los hombres son así, a los hombres no les gusta esto, no cuestiones a los hombres... y eran hombres por la existencia del falo, algo que nos provocaba más miedo que deseo. 
  Con ese bagaje, cuando las personas trans claman por su visibilidad nos lo ponen todo patas arriba. Cuando lo estable, lo inamovible se nos muestra como un edificio sobre arenas movedizas, reaccionamos negándolo. 
   Una voz ancestral me repite que el pene pertenece exclusivamente a los hombres. Claro que se me hace difícil admitir un cuerpo femenino con pene. Es un pensamiento demasiado radical.
  Pero  toca pensar y leer, pensar mucho y leer mucho, porque si no lo hago me dejo llevar por mi deseo tan humano de orden y estabilidad y puedo negar la existencia de otros seres humanos que necesitan urgentemente "existir" 
Ahí está la clave.
   Una parte del feminismo ha iniciado una batalla contra la inclusión de las mujeres trans  en sus filas;  no contra su existencia, claro está. 
  Consideran que la lucha trans debe andar por otros derroteros porque ellas no son objeto del feminismo, ya que el hecho de tener pene las convierte en no-mujeres, en elementos ajenos infiltrados en las filas de un movimiento de mujeres y solo de mujeres.
Consideran que es el hecho de tener vagina y parir lo que ha hecho que la mujer sea sujeto subyugado en el sistema patriarcal y que la falocracia es el problema, por lo tanto las mujeres con pene pertenecen al mundo falócrata, llevan las armas y el gen de la violación en su ADN.

  Las mujeres estériles sufren doble marginación pero nadie niega su "mujereidad" por lo tanto no es el hecho de parir lo que las convierte en sujetos excluídos, Una mujer sin pechos puede sufrir bromas y escarnios pero nadie duda su "mujereidad" Incluso si se ha quemado los organos genitales y no tiene vulva, sigue siendo una mujer.
Ser mujer va más allá de lo que se tiene entre las piernas o en la capacidad de parir. Sería muy simple entender la negación de su existencia como ser social basando solo en la vulva y los pechos.
La mujer es mujer porque no tiene pene. Ahí radica la clave del patriarcado. Seres con pene y seres sin pene. Quien lo tiene manda.
Cuando el feminismo dice que quien tiene pene manda y por eso niegan a las personas con pene en sus filas, está repitiendo el lema patriarcal: el pene decide y divide.

  El hecho de que una mujer transexual haya vivido una parte de su vida como "no mujer" no le impide abrazar el feminismo, Las preguntas que están sobre el tablero son:
¿Las mujeres trans tienen cabida en el feminismo? Y si así es, ¿quiénes? ¿las mujeres trans, los hombres trans, las personas no binarias cuyo género escapa de las dos opciones?
 Y si no tienen cabida ¿por qué no la tienen? ¿qué razones damos las feministas mujeres para excluirlas? 
  ¿El hecho de tener vagina y la posibilidad de parir nos da derechos para excluir a quien quiere formar parte del feminismo y mirar debajo de su ropa interior para darle el salvoconducto? ¿Quién es el sujeto del feminismo y quién no lo es? ¿son los cuerpos el objeto del feminismo? 

 Si el feminismo es una filosofía con una larga tradición de lucha política y social por erradicar el patriarcado, todos los cuerpos heridos por el patriarcado debieran tener cabida en él.

  Pero entendiendo que como filosofía hay corrientes, admitamos que existe dentro del feminismo aquella corriente que no solo incluye a las mujeres sino también a las mujeres trans,  a las personas  no binarias, a los hombres feministas, a las personas que despliegan preocupaciones por la naturaleza, los animales, la conservación del planeta. 
  ¿Se puede entender un feminismo cercenado, empecinado en la vagina y los ovarios?  ¿Tiene futuro este feminismo en un mundo como el actual donde la defensa de la naturaleza es una lucha urgente y esa lucha conlleva la destrucción del Capitalismo y por supuesto el patriarcado? 

 Existen feminismos negros, feminismos marxistas, feminismos descoloniales, latinos, radicales, veganos, ecologistas... y todos son válidos y en absoluto son  la maldición ni la torre de Babel donde todas las personas estamos condenadas a no entendernos.  La lucha común es el fin del patriarcado, algo tenemos para ir de la mano.
 No hay experiencias ni corrientes homogéneas en la filosofía ni la historia. Solo la religión y los fascismos presumen de su unicidad y de su dogmatismo.
   El feminismo está profundamente vivo y como ser vivo experimenta la historia y la historia es dialéctica y a través de la historia ha pasado por diferentes estadios.

  La discusión sobre el género y el sexo ha pasado por diferentes fases, también dentro del feminismo. Antes era el género considerado como una construcción social y el sexo como una construcción natural. y por tanto se diferenciaban en lo  variable del primero y lo inmutable del segundo.  Una de las extrañas ideas que el pensamiento conservador usa como bandera es que la naturaleza es algo inmutable cuando cualquier persona que estudie la naturaleza sabe que no hay nada más dinámico y menos estable que la naturaleza.
 Actualmente entre las cuestiones filosóficas feministas se encuentra la inmutabilidad del sexo. Apoyándose en los avances científicos, se llega a nuevas proposiciones sobe las fronteras entre los sexos que ya  ni son evidentes ni están dadas por una biología dictatorial, libre de toda interpretación. El sexo es también una construcción social  y por lo tanto sus fronteras lo son también. Ahora sabemos, por ejemplo, que el tipo de gameto producido no determina el tipo de morfología y que, aunque es poco frecuente, podemos encontrar personas con arreglos corporales no binarios a las que ahora se nombra intersexuales. El movimiento intersexual no se ha cansado de señalar este hecho y ha buscado dejar en claro que el pensamiento binario no es la constatación de un hecho sino una suerte de presupuesto  falseado que desafortunadamente todavía organiza al mundo y conduce a cirugías binarizantes que vulneran la autonomía corporal de las personas intersexuales.

  El auge de las filosofías post y decoloniales ha llevado a reconocer que diversas culturas comprenden y fundamentan las categorías de hombre y mujer (o de otros arreglos de género) de formas muy variadas. 

 Desde el siglo XIX  se ha cuestionado quién es el objeto político del feminismo. Las feministas marxistas no consideran a las feministas liberales como sujeto del feminismo al aceptar el patriarcado capitalista, las feministas negras no aceptan que el sujeto del feminismo sea la feminista blanca ni creen que deban seguir sus derroteros.  Incluso se llegó a discutir si las mujeres lesbianas eran sujeto del femisnimo.  En todos estos casos se ha debatido y se ha temido que la ampliación del sujeto político del feminismo pueda desdibujar al movimiento, desprestigiarlo o llevarlo por un sendero inapropiado. 
 Nada más contrario a un movjmiento filosófico que pretende cambiar la realidad que anclarlo en ideas fijas y considerar lo nuevo un desprestigio.

El surgimiento del transfeminismo  vino a complicar este escenario pues, en sus versiones más elaboradas, no es solamente una reflexión desde el sujeto trans —transexual, transgénero o travesti— sino que dicha corriente versa  sobre asuntos más profundos, que van a  los límites y las fronteras, sean éstas geográficas, raciales, sexo-genéricas o culturales.
   El transfeminismo aboga por una respuesta a las preguntas planteadas anteriormente, no es nuevo en la filosofía feminista el rechazo al  biologicismo, por lo que resulta sorprendente que determinados sectores del feminismo vuelvan a poner en el candelero un tema viejo y superado. 
  El transfeminismo constituye un nuevo capítulo en esta historia de la constante reescritura de qué es y qué puede ser el feminismo y como todo movimiento nuevo que pretende reescribir lo que se da por sabido y aceptado,  es objeto de sospecha, repulsión y rechazo. 
 Se dice que las personas trans son artificio de la biopolítica, la medicalización y la búsqueda de la restauración de la heterosexualidad en los sujetos que no aceptan los imperativos de género; que el las personas trans rescatan los roles de género y los vuelven identidad, convirtiéndose en un obstáculo para su superación; que reduce el hecho de ser mujer u hombre a un sentimiento, que las mujeres trans son un peligro en espacios de mujeres... Las mismas cosas que se dijeron en el siglo pasado sobre homosexuales y lesbianas a quienes se les acusaba de ser degeneraciones del capitalismo negando su propio relato.
  Hay personas trans heterosexuales, lesbianas, homosexuales, asexuales o pansexuales, no son en absoluto la restauración de la heteronorma  y son ellas las que más han  luchado en contra de la hormonización obligatoria. También han luchado para que las infancias trans tengan agencia para que estas personas al crecer vayan adquiriendo voz . No pelean para que se les intervenga médicamente, sino que se les acompañe y se les dé espacio para crecer y, para que puedan en plena autonomía comunicar a todos quiénes son. Olvidan quienes acusan de reificar que a los sujetos trans también son encasillados por  el género, que se les limita y que en muchos casos son  agredidas y a veces asesinadas por haber roto la norma. Olvidan que las mujeres trans tienen que luchar por abolir la condena a ser objetos sexuales debido a sus cuerpos considerados monstruosos.

 Ser hombre, ser mujer o ser no binario no es un sentimiento, pero se conoce a través de la introspección; conocer a través de la introspección no reduce a un sentimiento como tampoco se reduce la hetero-homosexualidad a un mero sentimiento sólo porque así se autoconoce cada quien. 
 Ser mujer o ser hombre es habitar el cuerpo con cierta orientación hacia el deseo propio y ajeno. Es una orientación en el mundo que siempre será contextual e histórica. 
El cuerpo no es anatomía desnuda, si una persona ama  no es porque un pene desee a una vulva o a otro pene , no en su genitalidad, sino en su corporalidad completa. De allí las sorpresas y fobias que puede desencadenar el deseo ante una persona trans, porque ese deseo falsea cualquier relato de genitalidad.

¿De verdad que las corrientes feministas antitrans creen realmente que son un peligro? ¿Un peligro para qué y para quién?  Son el 0.6% de la población mundial y desde luego que no poseen privilegios en el patriarcado ni son drones que el patriarcado ha metido en el feminismo. 
Todo lo contrario. Están luchando por tener un lugar en el feminismo lo que es luchar por sus derechos, lo que quiere decir están reivindicando cuerpos excluídos del patriarcado, y relatos e historias. 





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