martes, 14 de julio de 2020

Alfonso XII, el pacificador ardiente.

 Aunque es un tiempo muy intersante de la Historia de España pasaremos por encima la I República y el corto reinado de Amadeo I, un periodo lleno de esperanza que no pudo ser. Parece que España siempre ha sido un sueño tratando de iluminar las tinieblas donde se mueve a gusto una mayoría ciega y obstinada.
 Daremos un ligero repaso a los acontecimientos entre el exilio de Isabel II y el regreso de los Borbones con Alfonso XII, el hijo de la reina y Puigmoltó.
 
De 1856 a 1868 alternaron Narváez y sus moderados con O’Donnell y su centroizquierda (Unión Liberal) en el gobierno, pero la España de los pronunciamientos estaba llegando a su fin al entrar otro elemento en la historia: las masas ilusionadas con las nuevas ideas democráticas y con el socialismo.
 La reina había acabado con el poco prestigio que le quedaba a los Borbones.  Repúblicanos de Castelar y Salmerón y federales de Pi y Margall entraron con fuerza en el panorama político dominado hasta entonces por los moderados con algún intermedio progresista. Las guerras de Marruecos, Chile y México ( no olvidemos que estamos en el periodo de las guerras de la descolonización americana) hicieron entrar en escena a otros generales: Serrano y Prim. Este último, siguiendo la tradición decimonónica, intentó siete pronunciamientos en espacio de cuatro años. Los generales autoritarios del moderantismo Narváez y O’Donnell, paladines de la corona, habían muerto para 1868. La reina era unánimemente considerada como insoportable a causa de su vida privada, la dilapidación de dinero público y las rapiñas de su familia. González Bravo quiso reprimir la agitación pero ya nada podía sostener a Isabel en el trono. Flota, guarniciones y juntas locales proclamaron, en septiembre de 1868, las libertades fundamentales y el sufragio universal. Serrano, a quien tomaron por jefe, batió a las tropas de la reina, que se refugió en Francia.
 Entre 1868-1875, Serrano y Prim, gobernantes provisionales, convocaron a Cortes. Éstas fueron brillantes y votaron una constitución muy democrática, pero monárquica. Se necesitaba un nuevo rey y se optó por el italiano Amadeo de Saboya, pero el mismo día en que llegó Amadeo, Prim, su principal valedor, cayó asesinado (30 de diciembre de 1870).
  Mientras tanto Sagasta y Ruiz Zorrilla no ocultaban su rivalidad y se reanudaba la guerra carlista, La Internacional llegaba al pueblo, generando por primera vez conciencia y agitación controlada por una ideología nueva.
  La República fue proclamada el el 11 de febrero de 1873. Su tendencia fue federal, y su primer presidente Figueras, al que siguió Pi y Margall. Pero la influencia anarquista transformó el federalismo en cantonalismo, y los cantones se proclamaron independientes. Pi se retiró para no tener que utilizar la violencia represiva. Tampoco Salmerón quiso aplicar la pena de muerte. Con Castelar, que le reemplazó, llegó al poder la república unitaria y autoritaria.
 El 3 de enero de 1874, el general Pavía disolvió las Cortes por la fuerza. Una dictadura provisional preparó la Restauración en favor del hijo de Isabel, Alfonso, que vino de Inglaterra escoltado por un preceptor de experiencia: Cánovas del Castillo, "conservador y liberal" procendete del artificio creado por O'Donnel llamado Unión Liberal y creador del Partido Alfonsino.

Cánovas logró la abdicación de Isabel II en 1870, y redactó el Manifiesto de Sandhurst, firmado por Alfonso XII en 1874. Este documento exaltaba la Corona y las Cortes como instituciones básicas del sistema político español en su tradición histórica y aseguraba la estabilidad intentando conciliar el catolicismo tradicional y los principios liberales de la época.
Aunque Cánovas hubiese preferido una llegada pacífica del rey, lo cierto es que llegó mediante . el golpe de estado de Martínez Campos. Una vez más los cambios venían a través de la intervención del ejército en la política y el control del gobierno por la burguesía más conservadora amiga de la aristocracia, de hecho se intercambiaban títulos por dinero en bodas por interés.



Diversos conspiradores proalfonsinos compuestos por aristócratas, señoritos, pequeños burgueses formaron grupos armados en Madrid - el Veloz Club; el Escuadrón del Agua de Colonia , El Escuadrón del Aguarrás y El Escuadrón del Aguardiente.- cuya función era hacer jaleo al grito de Viva Alfonso XII

Mal comienzo para los nuevos tiempos las clases bajas y la pequeña burguesía iban a entrar en las filas de nuevos partidos con ansias democratizadoras y revolucionarias

El éxito de Cánovas se basa en buena parte en el terror de la burguesía al federalismo, la república y la democracia y en un sistema de alternancia en el poder de los partidos dinásticos. Conservadores y liberales perfectamente controlado por un sistema de corruptelas, turnismo, caciquismo y pucherazo.

Fuera del turno quedaban los recién nacidos partidos obreros, el anarquismo, los repúblicanos y el nacionalismo que empezaba a despuntar en la la Renaixença catalana y la formación del Partido Nacionalista Vasco por Sabino Arana.
La Revolución Industrial fracasó, el ferrocarril fue la ocasión perdida: consesiones extranjeras, corrupciones,una inversión excesiva e inadecuada y las franquicia arancelarias concedidas a la importación de material ferroviario.



  Este es el panorama que encuentra Alfonso XII es proclamado Rey ante las Cortes Españolas el mes de enero de 1875, a la edad de 17 años. Su reinado iba a durar poco debido a su muerte prematura en noviembre de 1885

   La situación del joven en  exilio evitó que el absoluto desinterés que su madre sentía por la formación cultural le hubiera llevado a convertirse en alguien parecido a ella. La mayor suerte para él fue el ser arrancado de allí por los vientos de la revolución.

  Gracias a la buena situación económica de la familia como sabemos nunca tuvieron muchos escrúpulos en coger lo que no era suyo, el niño estudió en el católico y selecto Colegio Stanislas, junto a los de las viejas familias en decadencia y de los nuevos ricos.
   Como la idea de la restauración nunca abandonó las camarillas de la reina en contacto con los políticos monárquicos españoles, Alfonso fue formado para ser rey en el Colegio Theresianum de Viena. No solo ciencia y humanidades recibían los exquisitos alumnos, también gimnasia y equitación, esgrima y natación. Allí visitaba a la familia imperial Francisco José y Elisabeth, la Sissi de las almibaradas películas. El futuro rey hablaba español y francés y aprendió alemán en Viena.
  En Viena tuvo sus primeras andanzas borbónicas por los prostíbulos de la ciudad. Estaba claro que ni lejos de la Corte se libraban los Borbones de su determinismo genital.
  Uno de sus preceptores había apuntado que el niño mostraba exceso de imaginación en cierto y mucha vehemencia que tiene por los placeres que le agradan. La compulsión fornicadora de los Borbones alcanzaba también al inocente muchacho. La reina para mantener el orden optaba por calmar la hijo enviándole regalos Uno de ellos era Elena Sanz y Martínez de Arrizala, educada en una institución destinada a proteger y educar a niñas sin familia ni recursos, sobre todo a las más bonitas, por estar "más expuestas a los peligros del mundo".
Elena fue una famosa cantante de ópera de 28 años, y su función en este circo era calmar el furor genital borbónico al niño de 13 años

  En la Navidad 1872, la reina aceptó pasar con los Montpensier aquellos días en el castillo que poseían en el centro de Francia. La acompañaban sus hijos, entre ellos Alfonso que tenía entonces quince años. Allí se encontró con su prima María de las Mercedes y se inició el almibarado relato de su amor a primera vista, historia que formó parte de coplas y leyendas populares. Mientras los niños se gustaban el Duque de Montpensier soñaba con meter a uno de sus vástagos en una casa reinante y estaba al tanto de los tejemanejes para restaurar la monarquía en España.

  Tras este primer encuentro Alfonso se fue a estudiar a Inglaterra por decisión de Cánovas, en el Real Colegio Militar de Sandhurst . El día en que cumplía diecisiete años, 28 de noviembre de 1874, lanzaba el llamado Manifiesto de Sandhurst, el programa que ofrecía al país, nuevamente ensangrentado por la Guerra Carlista.

"Sólo el restablecimiento de la Monarquía constitucional puede poner término a la opresión, a la incertidumbre y a las crueles perturbaciones que experimenta España" . El Papa le envió su bendición personal, mientras en Madrid ya le estaban confeccionando jaiques y uniformes.

Tienen los Borbones una especial fijación con Barcelona.

 Este también desembarcó allí e inició su reinado con un discurso sobre las virtudes del pueblo catalán y el 14 de enero hacía su triunfal entrada en Madrid. Desde la calle de Alcalá hasta la Puerta del Sol le siguieron los vítores y las alegría.

Se cuenta que un seguidor que gritaba hasta desgañitarse fue amonestado por un guardia del rey " Hombre que se va a quedar usted ronco" " Ah, esto no es nada- respondió el entusiasta- Si me hubiera oído cuando fui a echar a su madre" En pocas palabras la historia de un siglo.

El Rey tenía prisa por relumbrar. Se puso sus uniformes y pidió una misión militar que lo convirtiese en héroe nacional y nada mejor que poner fin a la guerra carlista. Cuando, a principios de 1876, se alcanzó el definitivo fin de la guerra, sus aduladores y lacayos comenzaron a llamarle "Pacificador" Aunque el Pacificador poco pudo disfrutar de su alias porque la tuberculosis lo esperaba a la vuelta de la esquina.

Emancipado de la madre, mucho más moderno que ella, Alfonso era dueño de sus decisiones y podía dedicar sus horas de ocio a lo que más le apeteciera, y no escatimaba en disfrutar de la vida. Campechano como los Borbones pero con formación europea.

Sus incesantes salidas nocturnas le convirtieron en cliente habitual de los prostíbulos del centro de la capital, así como visitador de los pinares de los Altos de Chamartín, donde el apartamiento y la oscuridad prestaban todas sus posibilidades a furtivos y rápidos encuentros.

Sus andanzas eróticas eran aceptadas por todos con simpatía y naturalidad. Era joven, soltero y ardiente el Borboncito.

Ni el enamoramiento y matrimonio fugaz con María Mercedes de Orleans ni su segundo matrimonio con María Cristina de Habsburgo-Lorena le contuvieron.

Como el rey era soltero, su hermana mayor, la infanta Isabel, Princesa de Asturias, apodada la Chata, era la protagonista femenina del escenario cortesano. Se mostraba como una entre sus iguales a u pueblo que despreciaba, resto viviente de aquel zafio populismo de su abuelo Fernando que su madre había sabido llevar a su más alta expresión.

Tras un fugaz matrimonio con un conde italiano, que había terminado suicidándose, era ahora la infanta Isabel la mujer de la casa del hermano soltero mientras la madre insistía en regresar del exilio. Después de conversaciones de Estado la reina regresó con su amante Ramiro de la Puente. Se acordó que se instalarían en Sevilla, el feudo de los Montpensier, que conservaban el Palacio de San Telmo como una pequeña corte donde la aristocracia andaluza gustaba de lucirse. Isabel se instaló en los Reales Alcázares. Las discusiones entre la ex reina y el duque llevaron al gobierno a expulsarlo del país.

Que el hijo eligiese a la hija de su enemigo para casarse era algo que no consintió la reina madre: " Contra la muchacha no tengo nada, pero con ese Montpensier no transigiré nunca" incluso llegó a conspirar con los embajadores de Alemania, Rusia y Francia para encontrar una más adecuada.

Isabel fue obligada a abandonar España y desde el exilio enredaría y seguiría con sus camarillas conspirando incluso con el carlismo.

El rey se casó con su prima el 23 de enero de 1878 y el rey pasó los cinco meses que duró su matrimonio entre el adorado e inocente ángel que era Mercedes y las sensualidad exuberante de su amante Elena Sanz a quien a cambio de su retirada de los escenarios y de su absoluta dedicación, Alfonso le pasaba una buena pension.

Por otro lado el rey no estaba muy bien de salud, y la herencia al trono peligraba de nuevo. La elegida como nueva reina consorte fue María Cristina de Habsburgo, hija de Sissí, para entendernos. Cuando se reunieron para conocerse el rey tuvo solo ojos para la suegra "lástima que, gustándome más la madre, tenga que casarme con la hija"

La reina madre, Isabel, se mostró encantada con el nuevo enlace pero María Cristina se negó, avergonzada por la relajada moral de la reina, que era vox populi en toda Europa. Para vengarse Isabel contó a María Cristina que su hijo ya tenía mujer y que se llamaba Elena Sanz.


La ceremonia de la boda tuvo lugar el 29 de noviembre de 1879 en la basílica de Atocha y pocas quedó semanas después, en enero de 1880, Elena Sanz daba a luz en París a un hijo que se llamaría Alfonso.
 En 1880 la reina parió una niña mientras Elena Sanz poco después paría a Fernando. Y en 1882 María Cristina paría otra niña.
Al rey solo le nacían varones los bastardos.

  Conocedora de esta relación, desde su palco del teatro, debía soportar todas las miradas y cotilleos. Alfonso seguía con su amante y su mujer y su tuberculosis, pero no por ello cesó en sus visitas a los burdeles. Las redobló

En el otoño de 1883 realizó Alfonso el que sería el último de sus largos viajes. Con el objetivo principal de asistir a las grandes maniobras otoñales del potente Ejército alemán, el más poderoso de Europa, visitó también Austria, Bélgica y Francia. En este viaje se reencontró con una cantante de ópera Adelina Borghi, la biondina, con la que había tenido amores en tiempos de estudiante. Por los favores de Blanca de Escosura, nieta de Espronceda se hizo el rey adicto a las veladas literarias que ella organizaba en su palacete de la Castellana. Nunca dejó de visitar casas de citas ni lugares de encuentros a pesar de estar cada vez más enfermo.
 Mientras su marido se consumía en el que iba a ser su lecho mortuorio, para sorpresa de todos, la Reina anunció que estaba nuevamente embarazada del futuro Alfonso XIII.

  La reina regente comenzó a cuidar su fortuna personal mientras guardaba el trono para su hijo. Cuando intentó retirar la pensión a Elena Sanz, esta eligió como abogado al mismo Salmerón quien dejó claro que si perdía sus ingresos reclamaría la paternidad de sus hijos. A cambio de las cartas del rey que probaban la paternidad Elena recibió dos millones y medio de los euros actuales y se trasladó a Francia. Cuand murió la regente envió a miembros de la embajada a recoger las joyas y objetos valiosos, pues pertenecían a la corona.
  En 1903 cuando Alfonso y Fernando cumplieron la mayoría de edad comprobaron que el deposito que habría de dejarse a su hombre por no recurrir la paternidad había desaparecido. Presentaron demanda. María Cristina, con las cartas y las partidas de nacimiento en su poder, juró que en ningún momento había tenido noticia de la existencia de una relación extramatrimonial de su difunto marido ni que hubiera producido el nacimiento de tales hijos

El Tribunal Supremo desestimó aquella presunción de paternidad y la prensa habló poco del caso.




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