lunes, 27 de julio de 2020

Juan Carlos I: Bastardos reales. Séptima parte



   Por el tiempo de los devaneos con Gabriela y con Olghina. El periódico alemán Bild publica en 2012 la historia entre Juan Carlos y María Bach. 

   A mediados de los años cincuenta, a la edad de 17 años,  el rey hizo un viaje desde la Academia de Zaragoza a Barcelona donde conoció a María Bach, hija de una familia de conocidos banqueros de Girona, productores de cava.
El periódico dice que de aquellos amores nació un hijo en 1956. Franco está vivo y bien vivo, ella es de buena familia pero sin sangre azul lo que hace el matrimonio imposible. Tras el parto en la Maternidad de Barcelona, el niño es llevado a Ibiza, donde está sus primeros años, no se sabe a cargo de quién. Albert, que así se llama el niño, no tiene recuerdos tan antiguos, pero ha podido reconstruir su historia para saber que estuvo allí hasta 1961. Luego lo llevan de vuelta a Barcelona, para ser adoptado, en 1964, por la familia Solà Jiménez, de Sant Climent de Peralta.

    Ya adulto, Albert está unos años viviendo en México y, a su regreso (hace ya casi 20 años), empieza a investigar sus orígenes. Contrata a un equipo de detectives que, a finales de los noventa, concluye que su presunta madre biológica es María Bach. Tras presentar una demanda para poder conseguir su documentación de nacimiento, en 2001 un juez de los tribunales de Barcelona le ofrece cerca de un centenar de páginas. En el laberinto burocrático que supone para cualquier niño adoptado tratar de acceder a la verdad sobre sus padres biológicos, Albert se percata de que en su partida de nacimiento había varias irregularidades. Empezando porque, en lugar de una, hay dos partidas de bautismo diferentes, de dos libros distintos, cosa que en España es imposible. Cuando nace cuenta como Albert Bach Ramon; pero al ser acogido por la familia de Sant Climent, sus apellidos cambian por Solà Jiménez. Los apellidos  de la madre biológica han sido borrados.  Descubre que en la partida de nacimiento aparece una referencia: "chupete verde". Algunos historiadores consultados por Albert Solà le explicaron que se trata de una mención que sólo consta en las partidas de los que son hijos de la realeza.

   Albert sabe que hay misterios en su vida. Su familia es humilde pero no le falta ningún capricho por caro que sea. Juan Carlos no se había guardado el secreto, la idea de tener un hijo siendo príncipe y bajo y de una chica de familia bien le asusta y más la reacción de Franco.
   Descubrir que Franco está en el ajo de su existencia habiendo intervenido personalmente en su protección y para mantener la clandestinidad de su verdadero origen. También la Casa Real está bien informada del asunto. Para evitar que Albert siguiera con el asunto se le da vía libre al juez número 14 de lo familiar de Barcelona para que le notifique extraoficialmente que es segura la paternidad del rey y se  le facilita un número de fax a través del cual se puede comunicar con el Palacio de La Zarzuela, y de manera directa con su padre en persona. Albert Solà ha utilizado este fax numerosas veces, para enviar cartas dirigidas a Juan Carlos  pero nunca han sido constestadas.
La madre biológica es casi más inaccesible que el rey. Su familia es tan poderosa que su blindaje es tremendamente sólido y no ha podido llegar a ella. Aún así no he buscado fotos de ella porque pienso que es una historia bastante triste y no hay nada que indagar en cuanto a la madre. Son tantas las hijas de buena familia que han dado hijos en adopción y las pobres a las que les han robado sus hijos. Este artículo no pretende atacar a las mujeres que en muchas ocasiones pagaron demasiado por la ilusión o la ambición de ser amadas por un rey.


Después de María llega Liliane Sartiau quien conoció a Juan Carlos poco después del nacimiento de Albert, en la etapa en que el Emérito iba de cama en cama sin tomar precauciones. Se sabe muy poco de su relación, y con datos incompletos. 

 Cuenta Liliane que en 1956,  ella trabajaba  para la aristocrática familia de Merode como institutriz. Todo quedó en un amor platónico  por parte de la niñera sin que el rey le prestase atención. El reencuentro fue en 1966  poco después del nacimiento de la infanta Cristina y antes del de Felipe. Liliane  viajó a la Costa del Sol en unas vacaciones y casualmente o no, lo encontró en una discoteca de renombre. Juan Carlos tenía entonces 31 años. Pasaron tres noches de pasión  en un hotel de lujo en Marbella. Fruto de aquellos encuentros nació Ingrid. La supuesta hija se hizo las pruebas de ADN con su medio hermano Albert y las pruebas confirman que son hermanos. Trás el rechazo del Tribunal Supremo sobre demanda de paternidad la belga piensa llevar su caso a Estrasburgo. 
Parece que la cosa no se va a quedar ahí. A Paola, Albert e Ingrid se une María Alexandra, una mujer catalana convencida de que al final todos los hijos ilegítimos del rey conseguirán sus derechos.  

  Quizá pudo nacer un nuevo bastardo en la Casa Real pero la muerte prematura de la madre lo impidió. Si el hijo era del rey o no, nunca se podrá saber, porque ni Sandra Mozarowsky ni el hijjo que esperaba pudieron llegar muy lejos. La historia de amor acabó con el accidente de Sandra al caer por el balcón de su casa. La joven actriz de 18 años, hija de un diplomático ruso, triunfó en los años 70 en el sórdido mundo del cine español más rancio, en los años del destape. Simultaneaba su carrera de actriz con su trabajo en un «club» de alterne cuyo socio era el también actor Paco Martínez Soria, ( sí, ese prototipo de español gracioso y paleto) situado en la madrileña calle de Oriente. El local se convirtió en semillero de actrices dispuestas al desnudo, prohibido durante cuatro décadas. Conocida como la Ornella Muti española, Sandra era muy guapa y debió de llamar la atención de Juan Carlos, que tenía 20 años más que ella, tres hijos oficiales y supuestamente cinco bastardos. 
 
Sandra no fue la única: Sara Montiel, Raffaella Carrà, Nadiuska y Bárbara Rey y algunas misses  también fueron llamadas a su presencia regia. El rey se sentaba a ver la tele, le entraba el mal borbónico entre las piernas y en seguida su mamporrero oficial llevaba la elegida al picadero real. 

 Te sientas a ver la tele, te entra el mal borbónico y  le dices a tu mamporrero oficial que te traiga al picadero. 

   En el caso de Sandra, enseguida conocieron el asunto numerosos periodistas, actores, actrices y escritores, sobre todo los más próximos a ella, como el actor Pepe Sancho. Desde luego que esas cosas no salían en la prensa del corazón, siempre comedida y servicial; pero el «romance», o lo que fuera, era vox populi. Y, tras el trágico final, se contó en varios libros semiclandestinos, publicados con pseudónimo y de escasa difusión. Era conocido tanto entre las élites como en las cañerías de la política (entre personajes como Julián Sancristóbal, Narcís Serra y Mario Conde). Pero para el gran público fue uno de los secretos más oscuros durante décadas.

   El caso es que Sandra se quedó embarazada. Lo comentó con su gente, y además hizo unas crípticas declaraciones contra el aborto que no venían muy a cuento, anunciando que se iba a vivir a Londres. 
Al mismo tiempo, mantenía un misterioso contacto con una revista italiana que nunca llegó a publicar nada.

   Murió, sorpresivamente, al caer desde el balcón de su casa, en la calle Barquillo (Madrid). Ya que no había nada allí que pudiese motivar un accidente, durante un tiempo se habló de suicidio, aunque incluso su hermano, León Mozarowsky, dudaba de ello. No tenía sentido. Pero nunca se investigó a fondo. Fuera como fuera, nada hay que impidiera a Juan Carlos, con la legislación que le protegía mientras fue rey, cobrar comisiones ilegales o eliminar a una amante molesta arrojándola por la borda de su barco o desde el balcón de su casa. Porque ninguna denuncia habría prosperado, ni siquiera se hubiera abierto ninguna investigación. La familia de Sandra asumió un resignado silencio sobre todo el asunto. 

  
   Luego se sentaba ante las cámaras y nos hablaba de honradez, sacrificio, esfuerzo, la familia y el amor. 


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