domingo, 12 de julio de 2020

Fernando VII: La botella de cerveza y el tapón. Segunda parte.

De 1823 a 1833 transcurre la llamada "Década ominosa", uno de los periodos más represivos y siniestros de la Historia de España solo superado o igualado por la dictadura de Franco.
 Este periodo se inicia con la ejecución de Riego y sus amigos.
   Riego es paseado ignominiosamente en un serón por las calles de Madrid entre los insultos, los escupitajos y los golpes de esa parte ignorante y cainista del pueblo español que luego lucharía con Franco y que ahora saca de nuevo la bandera con el águila negra.
  El liberal fue ahorcado en la Plaza de la Cebada mientras esa parte oscura del pueblo español escuchaba ¡Viva el Rey Fernando! y la otra parte, esa que se ha pasado toda su historia soñando con la libertad, comenzaba a mitificar la figura del defensor de las libertades y la Constitución.

   En 1825 se fusila al más popular de los guerrilleros, el Empecinado; en 1826, a los Bazán, en 1831 a Torrijos, y después es ejecutada Mariana Pineda por haber bordado una bandera liberal.



Este cuadro de Gisbert "El fusilamiento de Torrijos" constituye un manifiesto político de la época en defensa de la libertad de los seres humanos, en aquel tiempo hombres, aplastada por el autoritarismo. Obviamente el cuadro fue pintado muchos años después durante  el gobierno liberal de Sagasta; pero ahora nos encontramos en 1823 y están fusilando a estas pobres gentes en la playa de San Andrés de Málaga por su apoyo a Riego y el intento de restablecer la obra de Cádiz.
Cuando a inicios de 1820 triunfa el levantamiento liberal del general Riego en Cabezas de San Juan se inicia el llamado Trienio Liberal 1820-23.

Fernando se ve obligado, muy en contra de su voluntad, a jurar la Constitución a la que tanto odia. Una vez más hace gala de su enorme capacidad de cínica adaptación a unos hechos consumados que no puede modificar. Se preocupa por mostrarse como un tierno padre, solamente interesado por la felicidad y el bienestar de sus amados súbditos.
  El esperanzado y fugaz Trienio Constitucional, permite la salida de las cárceles y de la oscuridad a los perseguidos liberales pero el rey  ejerce su poder de veto, es decir zancadillea cualquier reforma en espera de la llegada de los Cien mil hijos de San Luis.
 Fernando conspira y alimenta su ansia de revancha mientras las Sociedades Patrióticas difunden los principios del liberalismo, las logias masónicas, los bulliciosos cafés y algún que otro salón de la nobleza organizan y sueñan con la España liberal.

Conocida la posible invasión el Gobierno liberal ordena su traslado a Sevilla donde el rey comunica que es víctima de un secuestro.
  Con las fuerzas de los Cien Mil Hijos de San Luis avanzando ya por suelo español, el rey entiende que los días del liberalismo están contados  y se niega a marchar a Cádiz, donde han buscado refugio las instituciones nacionales. Es necesario que las Cortes declaren su incapacidad mental transitoria para poder trasladarle hasta aquel histórico baluarte de la libertad. Durante los meses en que se ve obligado a estar allí, el prisionero se solaza jugando a la cometa en las playas gaditanas con la misma calma con que bordaba en el exilio Valençay
Tiene claro que solamente hay que esperar y que la dulce hora de la venganza está casi a punto de llegar.
 La victoria final de los invasores decide el fin del "cautiverio real" desde donde  gime y suplica poir su libertad a los que llama amigos liberales, les asegura su fidelidad a sus ideas y y les promete olvidar lo sucedido aún abiendo que en cuanto tenga oportunidad los va a masacrar a todos.
  Libre y protegido por las fuerzas de ocupación, ya solo piensa en poner en marcha la más cruenta de las venganzas en la que se ven los mayores extremos de su crueldad. El odio del rey ampara todo tipo de terrorismo de Estado y ajustes de cuentas personales.

. Mientras declara la nulidad de todas las disposiciones legales que había firmado a lo largo del Trienio, Fernando no oculta su rabia al hablar de lo que, para él, ha sido el periodo liberal " la más criminal traición, la más vergonzosa cobardía, el desacato más horrendo a mi real persona y la violencia más inevitable fueron los elementos a emplear para variar esencialmente el gobierno paternal de mis reinos en un código democrático, origen fecundo de desgracias y desastres"

 Afirma satisfecho que España es una botella de cerveza y él era el tapón y gracias a la violencia y el exterminio físico del enemigo consigue en lo que le queda de vida que  nunca más salte el tapón.

Delatores y confidentes campan por doquier, fusilamientos, torturas y cárceles llenas son el resultado de esta política de acoso. Aprovechando la noche, cientos de personas llegan a puertos y montañas fronterizas para escapar de la venganza real
  Pagados y estimulados por las camarillas del rey y las autoridades serviles grupos de depravados imponen la violencia en las calles, fanáticos antiliberales se reunen en grupos  de linchamiento con nombres grandilocuentes como El Àngel Exterminador, La Junta Apostólica o la Sociedad del Martillo . Su labor es  hacer los trabajos más sucios, asesinando y torturando a quienes han  sido delatados como liberales.

 Es tal la brutalidad del rey que incluso los monarcas europeos de la Santa Alianza, tan absolutos como él, le dan un toque para que se calme y modere la violencia.

Mientras el rey reprime sin piedad a sus enemigos su tercera esposa muere un 18 de mayo de 1829 a la edad de 25 años, después de nueve de matrimonio y sin hijos.

La primera esposa María Antonia de Nápoles, casada a los 18 con el rey, murió a los 1os 22 años después de cuatro de matrimonio. Murió de tuberculosis aunque hubo rumores de que dado que no conseguía parir la reina María Luisa la envenenó, incluso de que murió por las heridas internas que le provocaba el marido con su enorme y deformado miembro viril
La segunda esposa Isabel de Braganza casada a los 15 años, duró 2 como reina. Murió de parto a los 17 . Durante el alumbramiento la reina perdió el conocimiento y los médicos le practicaron la cesárea a la orden del rey de salvar al hijo.  Según el cronista Villaurrutia: "al extraer la niña que llevaba en su seno y que nació sin vida, lanzó la madre tal grito, que manifestaba que no había muerto aún, como creían los médicos, los cuales hicieron de ella una espantosa carnicería"
  La tercera esposa María Josefa Amalia de Sajonia murió a los 25 años después de diez de reinado por unas "fiebres graves" Aunque conociendo al rey y su corte y sabiendo que después de diez años no le había dado descendientes, no se sabe de donde pudieron venir esas fiebres.
 Aunque también pudo ser que  muerte fuese providencial.
 En 1829 el rey ya tenía 45 años y necesitaba urgentemente un descendiente.

Su cuñada, la napolitana Luisa Carlota, casada con el infante Francisco de Paula, encontró la ocasión para colocar a su hermana María Cristina, de 23 años, una princesa solterona en aquellos tiempos, como reina de España.
De todas formas el rey tenía ya 45 y estaba bastante cascado con la gota muy agravada

María Cristina fue descrita por Pérez Galdós en los episodios nacionales con gran entusiasmo. "Jamás paloma alguna entró con más valentía que aquélla en el negro nido de los búhos . Fue mirada su belleza como un sol de piedad que venía, si bien un poco tarde, a iluminar los antros de venganza y barbarie en que vivía, como un criminal aherrojado, el sentimiento nacional"

 Pero la llegada de María Cristina iba a despertar los instintos revoltosos de la familia Borbón. Carlos María Isidro se frotaba las manos ante la achacosa salud del hermano y la falta de descendencia y este nuevo intento de Fernando por dejar un heredero propio le apartaba, una vez más, de un trono que llevaban tantos años acariciando con la punta de los dedos.
Los más acérrimos absolutistas, al amparo de la Iglesia católica, una gran parte de la nobleza y el pueblo más cerril, sobre todo una parte del campesinado,  esperaban el momento de la muerte del decrépito Rey para aclamar a Carlos María Isidro, quien abandonaría cualquier veleidad progresista y restauraría los viejos principios de Dios, Patria y Rey; principios que Fernando, por su enfermedad y el influjo de la nueva reina, parecía haber relajado.

  Al inicio de su reinado, el fundador de la dinastía, Felipe V, había impuesto en España la Ley Sálica, que apartaba a las mujeres de la sucesión al trono. Ahora Fernando VII, ante el primer embarazo de su nueva mujer y en previsión de lo que pudiera pasar, decidió recuperarla y promulgó una Pragmática que anulaba la Ley Sálica.
María Cristina parió una niña, Isabel, que nació el 10 de octubre de 1830. La  nueva legalidad de la Pragmática permitía el acceso al trono de la princesa, en el caso de que la real pareja no tuviese ningún varón. La sucesión estaba asegurada.
Fernando, si bien algo tranquilizado por la seguridad que le daban tanto la ley en vigor como la manifiesta robustez de Isabel, todavía confiaba en poder procrear un futuro rey. Así se acabarían de una vez todos los manejos y maniobras de los absolutistas, que esperaban ansiosos y acechantes el momento de ocupar el poder a través del dócil y manipulable infante Carlos, quien, en
muchos lugares y por mucha gente, era ya aclamado como otro deseado Carlos V.
  Mientras esperaba ansioso su segndo hijo, que si salía varón le llevaría a imponer de nuevo la Ley Sálica, no cejó en su represión al liberalismo.
  Ese mismo año 1831 tuvieron lugar dos de los más emblemáticos episodios en la ya larga y sangrienta aventura del liberalismo español. En Granada, Mariana de Pineda, una bella viuda de veintisiete años, subía al cadalso para ser ejecutada, acusada de conspiración por habérsele hallado en su casa a medio bordar una bandera con los colores liberales y el emblema Ley, Libertad, Igualdad. Muy pocos meses después eran fusilados en las playas de Málaga el general José María de Torrijos y sus compañeros, después de que la traición hiciese fracasar el desembarco de tropas que comandaba y que habían partido de Gibraltar, con cuya foto hemos abierto este capítulo.
 Mariana de Pineda, Marianita, entraba así en la leyenda de la mano de la más ciega de las brutalidades, y su memoria, introducida en la mente popular a golpe de romance, iba a merecer los honores de su paisano Federico García Lorca en la obra de teatro que llevaría su nombre y contaría su historia.
  En enero de 1832, nació la segunda hija de la pareja, la infanta Luisa Fernanda, y en septiembre, en el Real Sitio de La Granja el rey sufrió una crisis de gota que  le llevaría a la muerte en 1833.

El intransigente absolutista Calomarde, ministro de Gracia y Justicia, consiguió mientras el rey estaba medio muerto que firmara la vuelta a la Ley Sálica. El hecho debía mantenerse el secreto pero la camarilla de Carlos María Isidro estaba tan eufórica que lo contaron aquí y allá. Esto permitió a la reina María Cristina y a su madre Luisa Carlota tener control de la situación. La suerte las acompañó porque Fernando se repuso y vivió un año más dando a su mujer una gran participación en las decisiones políticas y firmando de nuevo la Pragmática Sanción.

María Cristina, nada liberal, entendió pronto que el absolutismo ya tenía rey heredero, Carlos María Isidro. y tuvo que bailar con la más fea iniciando medidas aperturistas y relajando la represión. Si quería que su hija reinase, Isabel tendría que ser liberal. La Década de persecución y terror llegaba a su fin pero sobre el horizonte se alzaban los negros nubarrones de las guerras carlistas

El 29 de septiembre de 1833 un ataque de apoplejía acababa con la vida del felón entre el dolor de sus fanáticos y la alegría del liberalismo español.
  Debido al rápido proceso de descomposición que experimentó el cadáver, adornado con  bandas, oropeles y condecoraciones e hinchado como un globo,  se tuvo que cerrar rápidamente el ataúd,  privando al rey de las lágrimas de su pueblo. De hecho los soldados que hacían honor al rey muerto se contenian las arcadas por los hediondos efluvios que despedía el cadáver.

  El cuerpo de Fernando fue conducido al Escorial para ser enterrado junto a los otros reyes Borbones.  Pero el pesado ataúd cayó al piso partiendo uno de los escalones de mármol del recinto llamado  “El Pudridero" (donde los reyes han de permanecer treinta años para momificarse antes de ser enterrados)
 El escalón de mármol nunca fue reemplazado, como recuerdo de este gran Borbón.

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