lunes, 13 de julio de 2020

Isabel II: María Cristina, regencia y doble vida ( Primera parte)


Ni los liberales querían a María Cristina Borbón Dos Sicilias ni María Cristina quería a los liberales, pero los absolutistas tenían ya su rey, Carlos María Isidro, quien no aceptó la derogación de la Ley Sálica y reunió en torno a sí al fundamentalismo español de Dios, Patria y Rey.
A Cristina le hubiese gustado que su hija reinase con esos apoyos, pero había que ser realista, o se reinaba con apoyo liberal o se le daba la corona a Carlos María Isidro. Su opción por preservar la corona de su hija le llevó a acercarse al liberalismo y a iniciar la guerra contra el absolutismo.
En 1833 por decisión del rey muerto se convertía en regente, siempre que no se casara de nuevo.



Difícil resumir un periodo tan agitado como la regencia de María Cristina pero vamos a intentarlo empezando por tratar de explicar algo nuevo en la historia de España, el pronunciamiento, que marcará todo este periodo y llegará hasta nosotros, porque al fín y al cabo lo de Franco fue herencia de los pronunciamientos decimonónicos, pero un pronunciamiento fallido con otros actores.
El pronunciamiento está estrechamente ligado a la existencia de un ejército sin conflictos exteriores, La mayor parte de sus actuaciones con los Borbones se habían desarrollado en suelo español y en conflictos civiles, pues incluso los internacionales tuvieron un fuerte componente interno.
Las guerras carlistas y las represiones coloniales lo fueron forjaron sobre todo en conflictos interiores, generando la idea de que su deber era salvar el país cuando las cosas se complicaban y una vez conseguido su cometido, volver a los cuarteles.
Un mecanismo clásico se pone en marcha periódicamente: Un grupo de políticos emigrados conectados con sociedades secretas, confusamente estimulados por un sector de opinión, con los caminos legales cerrados por presión gubernamental, eligen a un general. Normalmente un jefe en el destierro, o en desgracia. El golpe comienza en un puerto o en una plaza alejada. Se lee un manifiesto a las tropas que salen de los cuarteles. Se procede a efectuar detenciones y a cambiar las autoridades, mientras que enlaces y telegramas conminan a las otras guarniciones, previamente trabajadas, a pronunciarse en el mismo sentido. Madrid dice que domina la situación (lo que a menudo es cierto: por siete u ocho pronunciamientos que triunfan, hubo decenas de ellos frustrados); pero si la conspiración está madura, la resistencia dura poco. Jamás un pronunciamiento ha originado una guerra civil. Hasta 1936, y esto significará un gran cambio en el que tienen que ver todos los elementos nuevos que han entrado en juego en la sociedad española.
No se piense que el pronunciamiento era una opereta cómica. Muchos dejaron su vida en ello. Muchos pagaron su acción en el cadalso. Como ejemplo el golpe de los Sargentos de la Granja en 1836 para imponer a la regente María Cristina una verdadera Constitución frente a la tímida Carta Otorgada que había dado graciosamente a los españoles acabó con decenas de sus protagonistas en el cadalso. Las venganzas podían ser terribles.
Al principio los jóvenes oficiales son liberales, masones, innovadores. Más tarde el pronunciamiento es también vía del conservadurismo ( Narváez) para arrrancar del poder a los más liberales Pero el «general del pueblo», demócrata o que cree serlo, será un tipo del siglo XIX. La verdadera transformación se sitúa, sin duda, en 1868-1873; ante la voluntad revolucionaria del pueblo y la nueva ideología de los intelectuales, el ejército se encuentra empujado cada vez más hacia «el orden»: orden moral y orden social.

Nada más nacer Isabel, el 10 de octubre de 1830, su padre el rey dejó claras sus intenciones. Ordenó que a la niña le fueran tributados "los honores como al Príncipe de Asturias, por ser mi heredera y legítima sucesora a mi Corona mientras Dios no me conceda un hijo varón" . El infante Carlos ya había declarado de forma muy expresa su negativa a aceptar a su sobrina como Reina, y lo justificaba afirmando que ni su conciencia ni su honor se lo permitían. Efectivamente, tres años más tarde, cuando todavía estaban celebrándose los sufragios fúnebres por el difunto monarca, ya los partidarios del que era llamado Carlos V se lanzaban a la guerra.
La reina regente María Cristina era una joven viuda de veintiséis años. El testamento de su marido la había nombrado regente durante la minoría de edad de Isabel, pero al mismo tiempo le prohibía contraer un nuevo matrimonio so pena de perder su puesto y la misma tutela de la Reina niña.
La muerte de Fernando fue sin duda para la reina regente una absoluta liberación. De hecho tres meses contrajo matrimonio morganático, en secreto, con un guardia de corps, un tal Fernando Múñoz, hijo de una estanquera de Tarancón. El asunto era comidilla en la capital pero el Gobierno, que hubiera debido intervenir para aclararlo y quitar la regencia a María Cristina por incumplimiento de la voluntad del rey, pero tal y como estaban las cosas con el carlismo en guerra y una reina de tres años, se prefirió dejarlo pasar.

María Cristina asistía a solemnes actos en las Cortes, presidía consejos de ministros y se mostraba en audiencias, ceremonias religiosas, sesiones de teatro, saraos de toda clase, disimulando las formas evidentes de sus siete embarazos.

Cada Muñoz que iba naciendo era enviado a París, donde ya su madre les estaba llenando una buena hucha con todo lo que su rapacidad le ponía por delante, compaginando su presencia y deberes como Regente, en la situación de guerra civil que el país vivía, con las obligaciones que una tan creciente familia ubicada en París.




Las relaciones de la reina con el guardia Agustín Fernando Muñoz y Sánchez. Fernando Muñoz el cual entró en la Guardia de Corps gracias a que su abuela paterna Eugenia Funes, nodriza de una de las hermanas del rey Fernando VII, pudieron haberse iniciado antes, con lo cual no parece descabellado pensar que Isabel fuese de primer apellido Muñoz y no Borbón, siendo su sangre borbona solo por parte de madre.

A la derecha una caricatura de la época llamada "El braguetazo del guardia de corps"

La nieta de la reina María Paz Juana Amelia Adlaberta Francisca de Paula Juana Bautista Isabel Francisca de Asís ( a los Borbones les gusta la profusión de nombres) contó en sus memorias de un modo muy romántico el encuentro entre su madre y Muñoz con pañuelo caido al suelo y joven y apuesto guardia de 24 años que lo recoge y se lo ofrece a la reina galantemente mientras se produce el primer contacto visual y flechazo.

La regente se convirtió en la dama casada en secreto y embarazada en público. Como premio a su apostura y al amor que la reina le procesaba el guardia se convirtió en Duque de Ramseres. Como anéctoda de este periodo es la la cancioncilla popular "María Cristina me quiere gobernar" que cantaban los carlistas

María Cristina tuvo ocho hijos con Muñoz y a todos y cada uno de ellos les concedió un título nobiliario. Por ahí deben andar haraganeando descendientes Muñoz y Borbón condes de Vista Alegre, marqueses del Castillejo, vizcondes de Rostrollano, de la Dehesilla y de la Alborada, príncipes de Ecuador etc etc

Mientras, la niña era educada con todo tipo de consentimientos con conciencia de ser quien era lo que le permitía desorganizar todos aquellos molestos programas y planes de estudios que le exigían un esfuerzo y que no estaba nada dispuesta a realizar. Consecuencia de esto fue que llegó a la adolescencia con una general y casi absoluta ignorancia reflejada en una catastrófica ortografía y un limitado y vulgar vocabulario. Algo que conservó toda la vida y que le dio el apodo de "castiza"

María Cristina se adaptó a las circunstancias, dejando gobernar a los políticos liberales pero demostrando su apoyo a los más conservadores, conspirando para evitar gobiernos progresistas y sacando buenas remesas para su familia de París. El absolutismo en guerra queda fuera de la legalidad.
El apoyo a una constitución con más presencia de las Cortes y más libertades, con reformas más radicales en cuanto a la desamortización de los bienes de la iglesia, ampliación del cuerpo electoral, elección popular de alcaldes, menor protección arancelaria y constitución de una milicia nacional generó que un grupo del liberalismo se escindiera. Eran los progresistas, mientras los que seguían limitando libertades y apoyando un mayor poder de la Corona pasaron a las filas del moderantismo.
Los progresistas ( Espartero, Mendizábal, Madoz, Olózaga y Prim) a lo largo de la regencia de María Cristina y el reinado de su hija Isabel II solo estuvieron en el poder durante breves periodos, 1835-44 y luego 1854-56 el llamado Bienio Progresista.

   Luego de este partido surgiría el Demócrata, que defendía más libertades.
Los moderados reflejaron su ideario conservador y clerical en la Constitución de 1845, Ley de Ayuntamientos de 1845 y Ley Electoral de 1846. Su apoyo social residía en las clases altas del país: terratenientes, grandes industriales, burguesía financiera y comercial. Sus principales dirigentes fueron Martínez de la Rosa, el general Narváez y Alejandro Mon


La oposición de Maria Cristina a la ley de ayuntaientos de 1840- eleccion de alcaldes y concejales- y campo de batalla del progresismo unido a los escándalos en su vida privada- los negocios de Muñoz e y la situación holgada en que vivían sus hijos en París eran vox populi- llevo al héroe del abrazo de Vergara que ponia fin a la primera guerra carlista, Baldomero Espartero, a ejercer la regencia. entre 1841-43. Durante su corta regencia, se aceleró la desamortización de los bienes eclesiásticos y se recortaron los fueros vasco-navarros; pero la firma de un acuerdo librecambista con Inglaterra engendró grandes protestas en Barcelona que fueron duramente reprimidas. El bombardeo de la ciudad llevó a que Espartero perdiera todo su popularidad, incluso entre los propios progresistas.



Finalmente, una sublevación militar organizada por los moderados, a la que se unieron algunos progresistas, precipitó el fin de la Regencia de Espartero.

Para salir del impasse político en el que se hallaba el país, las nuevas autoridades aceleraron, pese a tener solo catorce años, la coronación como reina de Isabel II.




Liberada de la regencia y con las arcas bien llenas en París la reina regularizó su situación matrimonial. Para entonces Antonio Muñoz tenía funcionando a pleno rendimiento una amplia red de lucrativos negocios que, en muchas ocasiones, iban a caminar por los afilados límites de la legalidad.

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