miércoles, 17 de junio de 2020

Trae tu salvia, tambor, tintineo y máscara



Coge una foto de tu hija y un alfiler y prueba a pincharle los ojos. No eres capaz de hacerlo. Sabes que es solo una cartulina coloreada, conoces como funciona la fotografía, pero no lo haces. Hay dentro de nosotras un terror ancestral relacionado con el poder de la imagen. La magia anterior a las religiones monoteístas y a la ciencia, aun viva dentro de las creencias de algunos pueblos, no ha desaparecido de nuestro subconsciente. La magia homeopatía o imitativa dice que lo semejante produce lo semejante, al dañar una imagen destruimos al representado
   Tu miedo a apuñalar el corazón de una foto de tu hijo, procede del mismo lugar en el subconsciente  de un amante despechado que quema la foto de la amada.
  Pero  ¿por qué las personas destruyen las imágenes? ¿qué motiva estos actos indivi­duales y colectivos de violencia contra algo que no es más que una mera representación material? ¿cómo podemos pensar la iconoclasia en el mundo contemporáneo?
   Pretender defender una escultura en nombre de la historia o de la razón es desconocer la razón misma de su existencia y su validez como forma de mediación social.
 ¿Qué hay detrás de esas fotos sonrientes de candidatos a presidentes, detrás de la imagen ridiculizada de Mahoma en Charlie Hebdo, de las mujeres medio desnudas en todos los escaparates  si no es idolatría y fetichismo? Somos iconódulos y nos agarramos a la historia cuando alguien destruye un icono, defendiendo su inocencia. No entendemos que se ataque un trozo de metal pero no somos capaces de vaciar el armario de la madre muerta.

 Cuando hablamos de la inocencia de algunas imágenes y la culpa de otras alegamos el tiempo. No vamos a romper un busto de Calígula, pero no podemos admitir uno de Mussolini. Ese es nuestro argumento. Admitimos así el poder de las imágenes, Calígula no nos afecta, está lejano en el tiempo, no forma parte de nuestras heridas históricas pero Franco sí. Su escultura es para nosotros la exaltación de sus crueldades.   Damos tal poder a las imágenes que ni siquiera vemos su poder. Cuando una escultura se derrumba bajo la furia de las poblaciones indígenas sentimos que cae la historia, pero nuestra historia es una y la de ellos es otra.

  Hace unos días en el Capitolio estatal de Minnesota, un grupo de personas que asistía a una manifestación antirracista, arrojó una soga alrededor de una estatua de Colón y la tiró al suelo. Mike Forcia, representante del grupo AIM, grupo de defensa de los indios americanos, declaró a un canal de televisión nacional que " el tiempo de ser complaciente ha terminado"
  La Sociedad Indígena de Richmond dijo en un tuit antes de la manifestación que “nos estamos reuniendo en Byrd Park para protestar contra otro monumento racista. Cristóbal Colón fue un asesino de pueblos indígenas, incorporando la cultura genocida contra los pueblos indígenas que todavía vemos hoy. ¡Trae tu salvia, tambor, tintineo y máscara!”
  Lo que yo opine del ataque a esculturas públicas no viene a cuento. No me gustó ver la caída de Lenin y no me gusta ver la de Colón, pero ni yo era rusa ni sentía la furia que los invadió en ese momento aunque tomé partido por las estatuas en este caso, ni soy india americana, ni soy negra para ponerme en su pellejo, aunque tome partido por las personas en el otro caso.
  Pero que nadie se rasgue las vestiduras como si la furia iconoclasta fuese la primera vez que recorre la historia.
  De hecho es una demostración de oposición muy frecuente en periodos de cambios históricos y sus raíces se hunden en la noche de los tiempos cuando los seres humanos creían en el poder simpático o contagioso de la magia.
  Un breve recorrido a lo largo de la iconoclasia en la historia de la humanidad nos lleva a Egipto, donde muchas esculturas conservadas aparecen con la nariz rota, según un patrón de destrucción deliberada, lo que evidencia ataques que pudieron ser por causas religiosas, políticas o simplemente como resultado de vandalismo. Akenaton el faraón, esposo de Nefertiti, para minimizar la influencia del clero de Tebas hizo martillear imágenes de antiguos dioses y destruir especialmente las de Amón Ra; la Biblia nos habla de castigo después de la  adoración de un becerro de oro;. la victoria sobre Atenas por los persas de Jerjes supuso la destrucción de la Acrópolis, con sus templos y sus obras de arte, de hecho gran parte de las obras recuperadas vienen de los llamados perserschutt o escombros persas; después sería Alejandro Magno quien arrasaría Persépolis con todas sus obras de arte; Roma destruyó Cártago y lo que no destruyó se lo llevó a la metrópoli y la misma suerte corrió Corinto; luego le tocó a Roma ser saqueada por los soldados de Alarico.
    La historia de Bizancio conoció tres períodos iconoclatas y más de un siglo de guerra se llevó consigo mosaicos y pinturas religiosas y un gran número de obras paganas .Ninguna cultura se libró de las destrucciones y saqueos, en España las ruinas de Medina Azahara reflejan el furor destructivo del ejercito bereber y a mediados del siglo XIII se produciría uno de los más famosos saqueos de la Historia, el de Bagdad por Hulagu Khan, niento de Gengis Khan; Constantinopla será asediada y sus obras de arte serán destruidas u objeto de rapiña por parte de los Cruzados.  En Florencia a finales del siglo XV se produjo la famosa Hoguera de las Vanidades, seguidores del monje Savoranola quemaron miles de obras de arte un martes de carnaval. Se trataba de eliminar objetos pecaminosos que incitaban la vanidad: vestidos, libros inmorales, instrumentos musicales, pinturas mitológicas  Roma sufrió un nuevo saqueo histórico de tres días tras la victoria de las tropas imperiales del Emperador Carlos V. Iglesias y monasterios y palacios fueron vaciadas y destrozadas.  Durante el siglo XVI se produjo la furia inoclasta o la tormenta de las imágenes en Amberes donde fueron destruidas imágenes religiosas como parte del apoyo a la reforma protestante. La furia contra las imágenes se propagó por Zurich, Copenhague, Munich y Ausburgo y también hubo ataques espontáneos en Inglaterra y Escocia a lo largo de la primera mitad del siglo XV Un siglo después los ejércitos suecos saquearían el patrimonio cultural polaco durante la Guerra del Norte.
La Revolución Francesa presenció la destrucción de la abadia de Clunny y muchas ciudades europeas fueron saqueadas durante las guerras napoleónicas y el siglo xx conocerá las destrucciones dela revolucion rusa, los expolios nazis y de los nacionales en la guerra civil española junto a la quema de iglesias
  Hemos sido testigos en las postrimerías del siglo XX de la caida de las estatuas de Lennin y Stalin, de la explosion de un coche bomba en la galeria Uffizzi, del saqueo del Museo Nacional de Irak, las redes sociales se han hecho eco de la destrucción de los Budas de Bamiyán, de los videos del ISIS destruyendo obras de arte, una sufragista mutiló la Venus del Espejo de Velázquez y un hombre segó las cuerdas que colgaban los muñecos de Cattelan en Milán.

  La arqueología y la historia han desenterrado legados perdidos o robados.  Manos, cabezas y torsos emergen de entre las ruinas, salvados finalmente del poder destructor del tiempo, de los cambios de ideas, de las guerras o de la dejadez. Los gobiernos luchan por recuperar sus imágenes porque son su historia.


  Ahora  es tiempo de coger la salvia, el tambor, el tintineo y la máscara para abatir a Colón.
Es la lucha de clases, amigos.

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